"Cariño, ha sido un largo, frió y solitario invierno.
Cariño, se siente como años desde que he estado aquí".
Here comes the sun – The beatles
Su padre había dicho que sería un lugar pacífico y eso era justo lo que tanto necesitaba. Pero imaginaba que pacífico incluía algún lugar con arroyos, llanuras llenas de pastizales, alguna que otra flor. Pero pacífico para su padre había significado otras cosas: Desolado, caluroso, árido y seco, cuando le informo que se mudarían a Arizona.
Claro que mudarse desde la gran ciudad hasta un pueblo con mas o menos mil habitantes era un gran cambio, y cualquier lugar parecería desolado comparado con Nueva York. Hope Reinner amaba Nueva York, pero mudarse al pueblo natal de su madre en el estado del "Gran Cañón" parecía lo correcto luego del accidente. Su padre no podía concentrarse en escribir una nueva novela en los últimos meses, sin acostumbrarse a la rutina con su hija adolescente, pensó que si sus abuelos maternos podrían ayudarle a hacerse cargo de Hope un poco durante el día, él podría hacer una novela y ganar más dinero. La joven no agradecía la razón del cambio, pero si agradecía la oportunidad de ir a una nueva escuela, seguramente no tendría miradas de lástima ni prejuicio sobre ella.
El auto viejo color azul gastado iba por una carretera que llevaba al norte de Arizona, habían aterrizado en Phoenix en un vuelo directo desde Nueva York y le había agradado bastante la capital en las pocas horas que pararon allí, la universidad estatal de Phoenix era un edificio que parecía de cristal y era muy imponente, el próximo año seguramente estaría allí, había muchas actividades para los turistas y en cada ciudad manejando hacia el noroeste había una cultura muy interesante marcada por los nativos que incluía muchas pinturas y colores cálidos. Mientras se dirigían al condado de Navajo, los oasis y los pastos verdes húmedos iban desapareciendo, marcando cada vez más la cultura y el estilo de vida navajo. Se imaginó que si pudiera pintar a Arizona con colores probablemente estos serían rojo y naranja.
Su padre estaba siguiendo un mapa de rutas que sus abuelos les habían enviado por correo, la verdad se le dificultaba mucho mientras tomaba el volante con sus codos y sostenía una lupa, él no utilizaba la tecnología para casi nada y eso que era relativamente joven. Siempre había sido así y eso le parecía original. Su padre Richard Reinner era un escritor conocido de geografía y cartografía, por eso todo lo que no tenga que ver con unas cuántas hojas, mapas y un lapicero en su mano era un desastre para él. Y ella había sufrido el hacerse cargo de su padre, del departamento y de la escuela. Por suerte no tuvo que lidiar con la organización del funeral de su madre, él la había mantenido alejada de todo el proceso.
Mientras en la lejanía de en frente comenzaba a divisarse el pueblo, Hope miro hacia el paisaje: Cactus, tierra seca, mas cactus y más tierra seca, y algún que otra ave enorme planeando suavemente. Su madre le había enseñado a siempre mirar lo divertido en todo y se preguntó que sería divertido de ese paisaje, y pensó que no tendría lugar al que escapar en kilómetros, así como en esa película de horror en donde los zombis toman un pueblo de Arizona y matan a todo el mundo.
El pueblo se acercaba cada vez más y con ello la vista de los restos de la antigua mina de cobre. Había sido lugar de trabajo para las personas del pueblo, señores en sus oficinas, pero también antes de esclavos sangrando mientras picaban roca. Si algo tenía Arizona era historia, era rica en historia de tribus indígenas peleando con los colonizadores tanto españoles como mexicanos, tal vez conocería a algún Navajo pero sería raro, ya que vivían en los sitios cerrados solo para los integrantes de la tribu e incluso hablaban en Navajo, estos trabajaban en la mina también.
Hope tocó su collar hecho de cobre que había pertenecido a su madre hasta su muerte, tenía una flor del saguaro dibujada sobre el pequeño medallón, la flor estatal de Arizona siempre estaría con ella.
Llegaron al pueblo y al menos pudo ver unas cuantas estaciones de servicio, un restaurante, una cafetería, una comisaría, una enfermería, y una librería, gracias a Dios una librería. Todo parecía estancado en los años cincuenta, igual que muchos lugares de todo Arizona que mantenían esa moda. Era totalmente diferente al ambiente contemporáneo, lujoso y chic deNueva York. Tontamente no había imaginado que el pueblo tuviera los servicios básicos como una café o una librería que serían sus lugares favoritos, a quién le importaba la comisaría, no es como si aquí pasara algo malo.
- Cariño aquí no tienes que preocuparte por la inseguridad, puedes salir un poco más tarde si quieres.No hay delincuentes, creo...
Su padre observaba también las tiendas y trataba de ubicarse en las calles.
- Es que aquí no hay nada directamente.
Su padre soltó una risa ahogada mientras doblaban en una esquina.
- Tendrás una hora límite hasta las nueve pm ¿entendido? Luego de eso te quiero adentro del terreno. Aquí la noche es fría y oscura, no como en la ciudad. Viviremos en el terreno de tus abuelos pero en una casa diferente, nos dará oportunidad de tener nuestra propia rutina. Y cuando yo esté escribiendo en casa podrás de ir de tu abuelos, ir de compras, salir a explorar el terreno, ¿Es bonito no crees?, salir con amigos aunque no hay muchos lugares a donde ir. Solo hay un bar pero es para adultos y aquí son muy estrictos con las leyes. Si haces amigos puedes invitarlos a casa.
Al menos su padre era optimista, era la persona más optimista y paciente que conocía. Era bueno tener a alguien así en la casa. Prácticamente no conocía a sus abuelos pero el Abuelo Robert era un hombre tranquilo y amable, y su abuela Margareth era un poco entrometida pero las veces que ellos habían ido a visitarlos a Nueva York ella le había preparado comida exquisita que había disfrutado mucho y la había hecho sentir consentida. Eran personas que daban su espacio a las demás también como su padre, tendría mucho espacio para sí misma aquí en Arizona.
Llegaron a través de una calle angosta a...
- ¡Bienvenida a tu rancho Hope! "The Daisies".
"¡¿Un rancho?!, Nadie había hablando de vivir en un Rancho."
Se preguntó qué demonios había pasado hasta que miro por la ventanilla. Y vio un lindo rancho con flores en el porche, con la típica hamaca blanca de madera, y la casa pintada con un bonito tono bordo en las paredes de maderas con detalles blancos en las terminaciones. Era preciosa. Contrarrestaba de maravilla con el desierto árido que la enmarcaba. Su abuela hacia un gran trabajo manteniendo las flores y los colores vivos que le devolvían la vida al paisaje. Era un bonito rancho que se llamaba "The Daisies" en honor a su madre que se llamaba Daisy Root.
En cuanto salieron del auto sus abuelos corrieron hacia ella y la abrazaron fuerte, su abuela lagrimeo muy emocionada cuando la vio y le dijo
- Hope, ¡te pareces más a tu madre de lo que crees! Tienes el mismo pelo castaño canela que tu madre, igual de largo, y sus ojos marrones claro también... - Un sollozo agudo de su abuela- Robert la extraño tanto...
Su abuelo abrazo a su abuela.
Cuando salió Richard del auto el abuelo le había dado un abrazo y eso sí que era raro, pero debido a las circunstancias lo entendía. La relación de su abuelo con su padre no era muy estrecha. Simplemente ocurrió que Daisy le había prometido a sus padres que iría a vivir por unos años a La gran manzana y luego volvería a tener una vida pacífica en el rancho. Lo cual no ocurrió porque conoció a un joven escritor llamado Richard Reinner, se enamoraron y nunca más regreso para permanecer en Arizona. Pero luego del casamiento su abuelo había dejado ir a su hija y había apoyado más su decisión de vivir siempre en donde su esposo trabajará escribiendo cerca de la editorial.
El abuelo Robert los guió por el rancho, lo primero que se veía era la casa de sus abuelos que estaba en frente,atravesabas la casa y había un terreno intermedio que tenía un establo al costado con dos caballos, un macho blanco llamado Nube y una yegua negra llamada Nocturna, ella había sido de su madre. Una vez contó que ayudó a un hombre en el pueblo y esté en agradecimiento le había regalado a su yegua negra y como el acontecimiento había ocurrido en la noche se había ganado su nombre.En el terreno también había un pozo de agua fresca en el centro y unas hamacas individuales colgando en el otro costado. Era un bonito patio enorme de suelo árido con algunos arbustos y flores en macetas. En el fondo había otra casa de madera que sería la suya, exactamente igual a la principal pero un poco más pequeña. Tenía una cocina, una pequeña sala de estar, un baño y dos dormitorios. Supuso que en su mayoría comerían en la casa de sus abuelos
Su habitación era realmente pequeña y en Nueva York había sido bastante grande. Había una cama de madera, un escritorio pequeño de madera, una mesita de noche de madera, un armario de madera, y unos ganchos de madera, en fin... todo era tan rústico. Pero había algo relajante y natural en ello. Cuando estaba terminando de desempacar recordó.
"Demonios, el Wifi." Fue corriendo hasta la casa de sus abuelos que era muy bonita y colorida también en el interior. Vio a su abuela hablando con su padre en la cocina y los interrumpió.
- Abuela, ¿tienen Wifi? Díganme que tienen Wifi por favor.
- Si lo tenemos Hope, también tenemos televisión por cable, si quieres ver películas o dibujos animados. No vivimos en la época colonial, querida.
Su abuela se rió de la desesperación de su nieta que fue aliviada.
- Hope no es la única que se morirá si no tuvieran Wifi. ¿Cómo creen que les enviaría las páginas a mi editor?
Y su padre estaba en lo cierto. Ella no había pensando en los enojos que este tenía cuando se cortaba la luz por un problema en su edificio, o cuando sin quererlo perdía unas cuantas palabras que había estado escribiendo. A Hope siempre le habían causado gracia los berrinches de su padre.
El resto del día transcurrió con calma desempacando las cosas. Cuando encontró las dos cajas que pertenecían a los objetos personales de su madre las llevo a su habitación debajo de su cama. Las ropas de su madre también las coloco en su ropero, después de todo, ya tenía el cuerpo para usar la ropa de Daisy. Cenaron en la casa de sus abuelos y antes dela medianoche ya tenían todo acomodado porque su padre quería comenzar a escribir cuanto antes. La noche era fría, muy fría, pero estaba acostumbrada al frío neoyorquino así que lo aceptaba. Era bueno saber que según el clima podría salir a la noche y que sea agradable, sin transpirar ni tomar agua como loca.No es como si fuera a hacerlo, claro. ¿Para que querría salir de noche? Se preguntó. Y se volvió a dormir.


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